martes, 22 de noviembre de 2011

Frags. 17 al 19 / Redefiniciones / De Libro de anarquistas



«Sólo los poetas son anarquistas porque producen lo que nadie les pide y a
cambio de nada»: Stephéne Mallarmé

Algunos intrusos, más malévolamente excluidores
y temerosos de tu mano limpiadora, vendrán
a decirte: «Quítate la etiqueta. Desrotúlate»
porque tu producto ésto y lo otro...
En el mercado del poder, todo es producto
y encasillamiento. Sin embargo, el míope
como el comprador compulsilvo, olfateador
de etiquetas, no entiende que das «lo que nadie
pide a cambio de nada». La esencia no se vende
y difícilmente puede rotularse, aunque haya
quien venda promesas y trafique con la fe.
¿Puede la esencia de la verdad
convertirse en doctrina pequeñoburguesa:
puede hacerse cosa de 'tianguis'
el valor clandestino de un poema que se yergue
en el aire como una herida doliente
y cura y lastima, según sea quien la recibe?
No, Mallarmé, primero la ocutan de la visión ajena,
la censuran, primero se tapan los ojos,
para no verla y se proscribe el herido doliente,
la boca que los lastima, el aire
que abre espacio a su paso.
Sí, me gusta tu frase, Mallarmé,
el anarquismo es como poema maldito
que no acaba de agradar a nadie,
que tendrá siempre acusadores, gananciosos
al excluirse como herejética
y sanguinolentamente pururante,
la herida que provoca.
El anaquismo es tajo abierto en la consciencia
y grita como al odio el dolor que lleva dentro,
la rebeldía que le da su vida vibrante.
Por eso cuando vengan los verbalizadores
de críticas y concepciones de mercado
a preguntar por el rótulo, díles:
«Quítate primero el tuyo que es tu venda.
Esto que víste es sangre a la que nadie detiene.
Es herida abierta. Esa es la fuente
de la que procede su esencia.
La esencia no se rotula, no se encasilla.
Es eterna. Es cósmica. Es ctónica. Es ontología
demasiado profunda. Y en ningún mercado
se compra ni se vende».
No conozco a nadie que la pida.
Al contrario, contra la posibilidad de que exista
se confabulan las naciones. Los poderosos
le ponen sus nombres, ofician exorcismos contra ella.
Todo el mundo teme el dolor que produce,
el tajo contra el cual no hay antídoto
que detenga la hemorragia.
No hay poder humano que haga que muera
el poema dicho desde el fondo del espíritu
y no hay poder social que alguna vez
venza la raíz del anarquismo, porque ese día,
si llegara, todo será una baratija rotulada,
movimiento de concepción pequeño-burguesa
o de masas desvergonzadas. Ese día es el caos
y en ese caos no habrá orden sublime,
al que se pueda volver para sangrar el anarquismo
en la visible nube de la Consciencia humana.
18.

«La carne está triste ¡ay!, y yo he leído ya todos los libros»: Stephéne
Mallarmé

En esta boca de lobo que es la vida,
la carne está triste, ¡ay! y yo encuentro muchos micos
que hablan sobre alegría y ríen a mandíbulas batientes
y escriben versos a los besos y homenajes
a la barriga llena y el corazón contento.
Desde sus librescos telares, son intrusos
que ultrajan la tristeza. Burlan la biología.
Todo lo incomprenden desde los apetitos
y es que son hijos del mimetismo
fuera de toda misericordia.
La carne está triste y ellos van contentos
creyendo que está garantizado el destino
de cada proteína y que la grasa canta en todas
las sartenes y los hidratos de carbono
se sumergen en todas las estrellas.
Pero no es verdad; yo he leído muchos libros,
husmié en torno al hambre en cada esquina colorida;
revisé las metáforas anatómicas,
busqué un poema que discuta
la función del intestino y no lo hallé.
Los payasos se divierten con los pedos
de las prostitutas; roban de sus placeres
pero a ellas ni al pedo dan valía.
Por eso voy a hablar en torno a intestinos
de consciencia, asociarlos a la madre
de las decencias; piecesilla delgada,
segmento que absorbe casi la plenitud
de lo nutricio, macro-madre
de cuerpos materiales,
mimadora molecular de pequeños entes
de vitamina y cada mineral y el agua,
diosa absorsora desde la luz intestinal
de lo que el malagradecido digeridor asimila,
te bendigo. Amo, con el hierro de mi ser,
tu duodeno, bendigo con tristeza de electrolito
y grasas y azúcares y calcio de mis huesos,
tu yeyuno; de mis sales biliares,
dono a tu ileon; no te enfermes.
Beberé aguas que me procesos
aún, desde el colon,
y desde la última porción de mi tubo digestivo,
en, ciego escribiré mi texto grata, recto y enternecido
por lo que das, todos tus servicios
aún en el ano, sin pedir nada a cambio.
¡Qué poeta eres, madre delgada y gruesa,
de los intestinos! válva ileocecal
hasta esta tristeza de la carne que yo llamo
consciencia... ¡ay,! tengo consciencia de tí,
metro y medio de larga consciencia,
porque llevas alimento a mi sangre
y, yo, que he leído muchos libros, no encuentro\
a ninguno que te respete, te elogie,
te agradezca y tú, laboriosa siempre,
no tan hermosa como la boca de una ramera,
no siempre perfumada para recibir ojos visitantes
de los sabios, versificadores, oradores
de la Tribuna. Has estado atareada
con las heces de ricos y pobres.
Tu intestino es también un almacén,
cloaca primitiva encuadrada en asas yeyunales
y fosas ilíacas en tu derecha
de excrementos y tú, la criada, a quien a 32 horas
de la ingesta de todos, nadie quiere sonreir.
Has compactado las heces del que va
con la barriga llena y el corazón,
y el mico malagradecido cree que,
como consciencia, equivales a importunas
flatulencia, los pedorros, se avergüenzan
de estos oscuros procesos sonoros
y los ricos se cagan en aromados baños
con bideles y maldicen te maldice, a tí,
poeta de un proceso necesario, compasivo,
desagradecida hermoso...
pero, ¿sabes, madre que en la sangre, oscilas
entre los ricos nutrientes y mierda seca
que no sirve para las bacterias?, la tirada de dados
del malagradecido no abolirá jamás
Tu Presencia, ni en la carne triste...

CARLOS LOPEZ DZUR / De su LIBRO DE ANARQUISTAS