martes, 26 de enero de 2010

Desde la atalaya

En esta atalaya editorial en la que vivo, a menudo me pregunta la gente qué es la poesía para mí. Y la verdad es que me resulta difícil elaborar una respuesta. ¿Qué será? ¿Lo sabe alguien? Pienso que, para la mayoría de los poetas, disconformes con la realidad material, es, principalmente, una válvula de escape, una manera de trascenderse a sí mismos y sobrepasar los límites de la realidad del ser.
Durante muchos años traté de ajustarme a los patrones de la existencia que la mayor parte de las personas que me rodeaban consideraban adecuados. Así ocupé cargos pomposos en numerosas administraciones, seguí los dictados que los oficios funcionarales me imponían como una disciplina laboral de ocho de la mañana a tres de la tarde, comulgué con las ruedas de molino con que la sociedad crucifica a los seres casados y con obligaciones familiares, pero no fui feliz. Ni los hoteles de lujo ni el desenfreno de un presupuesto disparatado para los compromisos protocolarios consiguieron que mi espíritu se sintiera sosegado.
Incluso, en este disparate existencial que representa la vida, me hicieron director de cine, pero sólo lo fui por un día. No aguanté más de doce horas al frente de un establecimiento con ocho salas multicines, en un páramo perdido de la provincia de Burgos, sin más tarea que vigilar a las empleadas que vendían palomitas para que no sisaran en la caja, la cual era la única obligación a la que me hacía acreedor el puesto que me ofrecían, sin período de prueba por el medio, además de una excelente retribución.
En alguna ocasión me he preguntado si reamente no estaba loco, cuando decidí recoger los pocos bártulos que había llevado a ese trabajo, llamar por teléfono a la dirección y decirles, al final de la tarde, que la cuestión no iba conmigo. Pero después de haber analizado, concienzudamente, lo que me ha deparado la vida a lo largo de estos diez años que me separan de aquella decisión, considero que fue lo más acertado que pude hacer nunca.
Vivo en una pequeña ciudad de Galicia, un diminuto pueblo, comparado con las metróplis a las que el destino me ha llevado de visita en estos últimos años. Para bajar a mis despacho editorial solamento debo tomar el ascensor y descender tres pisos, lo cual me permite estar pendiente de mi madre, con noventa años, la cual cada día que pasa precisa de una atención mayor. Me lo monto como quiero, pues paso de horarios y de demás circusntancias empresariales que te encadenanan, con el consiguiente cabreo de los autores a los que publico cuando las circunstancias me lo permiten y no cuando ellos quieren, y me voy de viaje cuando me dá la gana.
Los doscientos ochenta y pico libros que llevo publicados, a autores de todo el mundo, desde que empecé publicando los míos porque ninguna de la editoriales de éxito lo quería hacer, asunto al que se ven avocados la mayoría de los poetas que circulan por Internet, me han servido para tener amigos en todos los rincones del mundo que me invitan, luego, a sus países.
A mis casi cincuenta y dos años, estoy en la plenitud. Sí, ya sé que Walt Whitman se comenzó a sí mismo a los treinta y cuatro y, por lo tanto, esto no representa una cualidad. Pero pienso, que a mi manera, soy bastante feliz. De vez en cuando, una buena amiga, me soluciona las cuestiones de urgencia sexual. Pero ella y yo sabemos que es solamente eso, un asunto que demanda el organismo, con cierta urgencia, y que resolvemos de la mejor manera posible, sin que la cuestión del enamoramiento tenga nada que ver en ello.
El problema es que yo necesito algo más. Algo que se salga de lo corriente. Algo que me ponga a cién sin necesidad de conectar el acelerador y que comparta conmigo todos los rigores de esta no existencia a la que me conduce la falta del vínculo enamoratorio, como en su día en lo laboral me condujo la falta de estímulo, vamos a llamarle, cinematográfico.
El único déficit negativo que poseo en mi pasivo es un bipolar que la ha tomado conmigo en esta ciudad y me acosa con lo que él llama poesía desde hace cuatro o cinco años, amenazándome de muerte y con otras tonterías, cuando debería saber, y asumir, que yo ya estoy muerto para él desde hace mucho tiempo. Si he de pronunciarme, no me queda más remedio que decir que me conmueve su persistencia, pues pensaba que que el tiempo lo cura todo. La verdad es que, una psiquiatra amiga, cuestión que pieso seguir a pies juntillas, me ha aconsejado que no le dé bola nunca, aunque sepa que con este escrito se la esté dando mínimamente. La gente, cuando la has ayudado en algo, y los demás no lo ayudan, piensa que ya tiene el derecho adquirido sobre ti, o que se ha casado contigo. Es algo que no entiendo muy bien, es decir, que malgasten tantas energías en odiarte, cuando ni tan siquiera han logrado resolver su vida, pero, en fin, no queda más remedio
que soportarlo, sobre todo cuando las neuronas amenazantes no dan más de sí.
El resultado es que aquí estoy, para lo que se tercie. Entre mis próximos viajes está uno a las Islas Seychelles, en abnirl, y otro a a México, en el mes de junio, y he de decir, que me encantaría enamorarme en cualquiera de esos sitios que visite. En 2011 está previsto que vaya a Argentina y Uruguay, y digo lo mismo. El ascensor se prevee que funcione todavía un montón de años. Tal vez, algún día, en lugar de recorrer yo sólo esa disntancia, lo pueda hacer acompañado de la media naranja que necesito, simplemente tres pisos, lo cual sería rizar el rizo de la felicidad.

Enero 2010©Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España

Duende curiosos y traviesos...










Hay duendes curiosos y traviesos algunos se montan en los pájaros y planean al ras de la tierra solo para sacarnos una sonrisa, esos son los traviesos ... en cambio los curiosos se convierten en mariposas y vuelan cerca de las personas para escuchar sus ruegos...

Nadie sabe porque hay rincones de la tierra que parecen olvidados o tal vez sean la muestra del infierno tan temido y advertido ...

El tiempo pasa y los hombres parecen no comprender que sin verdadero amor nunca van a llegar al cielo... cuando reine la paz, sin armas, sin fronteras, con amor, con dignidad; con menos ricos y menos pobres... el mundo dejará de tener rincones olvidados.

Hoy ... unamos nuestras mentes con las de los duendes curiosos y traviesos hasta sentir un calor intenso ... el calor del amor y así cómplices los duendes y los hombres sonreiremos contentos viendo los frutos de una paz y armonía digna de recordar y practicar...

Marga®
...con el amor de siempre.


"No me duelen los actos de la gente mala; me duele la indiferencia de la gente buena"
Martin Luther King

miércoles, 20 de enero de 2010

HOY... *Aprender...a aprender...


Nunca termino de aprender que todas la mañanas son luminosas y que lo importante es no perder nunca el optimismo... simplemente con pensar en que todo saldrá bien y sin adelantar ninguna situación.



Nunca termino de aprender a tener control sobre mi mente.

Nunca termino de aprender que vivir en un cambio permanente.

Nunca termino de aprender que no puedo dejar de ser yo misma por complacer a los demás.



Nunca termino de aprender a disfrutar de la compañía de mis amigos sin imponerles mis costumbres, ellos tienen sus propios hábitos.



Nunca termino de aprender a ser paciente...



Nunca termino de aprender que toda la belleza de la naturaleza es infinita y que debo cuidarla con todo amor.



Nunca termino de aprender que definitivamente tengo que aprender a aprender...





Marga® con amor.

Marga®" ----------------

jueves, 14 de enero de 2010

Verano...*










Verano, cálida palabra, el sol es el rey y se adueña de los lugares que en invierno están solitarios ...
En verano despierto más temprano, los pájaros se atreven a picar el vidrio de la ventana posándose en los barrotes de las rejas cantando y piando con insistencia. ..
Este verano la lluvia está impaciente, cae a cualquier hora, el verde se hace más intenso,
el césped es un colchón que invita a dormir sobre él, las flores se abren a la luz del sol,
la temperatura va en ascenso, a veces agobia y sin duda esta estación es mi preferida.
Vivo en una barrio de terrenos amplios y las máquinas de cortar césped por momentos aturden y ese olor a pasto recién cortado... es mi aroma preferido.


Hoy...
he pensado en otros veranos y viajé en el tiempo detenida
en los escenarios de esos momentos inolvidables.

Tengo una imagen en mi mente, de aquel verano...
el viento, el mar, las olas, tu sonrisa...,
tus ojos, tus manos...
el calor de la tarde, las gaviotas, ... la gente...
Esa voz cantándole al sol... que nunca olvidaré.
Y las gaviotas tejiendo una red entre las olas y las nubes...
para atrapar flores y llevarlas a nuestro jardín.
Teníamos un verano lleno de sueños para escribir poemas
que recitábamos juntos a la luz de la luna...


¿Me ha despertado un trueno?
La lluvia sigue impaciente.. . es verano ¿ cierto...?
Y no puedo olvidar el castillo en la arena.
Ese que nunca hicimos.

Marga® con amor.

www.margaseoane. blogspot. com

viernes, 8 de enero de 2010

HOY...





Cada uno de nosotros merece ser amado.

Merecemos vivir bien, estar sanos, amar ..., prosperar... ... crecer...

Sabemos que cuando damos de nuestro amor también recibimos amor de otros corazones.

Abramos nuestro corazón para poder recibir a todos los que se encuentran en nuestra vida con amor, interés y apoyo.

Llevemos amor a la gente de la calle que no tiene hogar ni sitio donde ir, aplaquemos el miedo ... si en nuestros ojos ven amor ... recibiremos agradecimiento.

Compartamos nuestro amor con aquellos que están enojados, asustados, resentidos y doloridos.
Enviemos amor a las personas que están por abandonar esta existencia, enviemos recuerdos de amor a las que ya se han ido...

Besos Marga® con amor.

domingo, 3 de enero de 2010

A cidade da alegria

Serie: Escenas de Ciudad

Ciudad Escenario: Porto Alegre, Brasil



Volver a Brasil después de tantos años fue como lanzarse a un océano nuevo.

Cuarenta años de recuerdos me atropellaron como un camión doble-troque y me levanté de la embestida como se levantaba el coyote en las caricaturas.

Entrar en este colapiscis de sabores, olores y colores tan diversos era como entrar a un mercado persa en el que no sabés qué comprar.

Mi lado brasilero despertó y me sentí un poco en casa, pero más como cuando regresás a casa después de una larga guerra y encontrás que tu casa cambió, que ya no están los viejos muebles, que los vecinos te miran con cara de “y vos quién sos?” y que las calles parecen ser las de una dimensión desconocida.

Brasil, meu Brasil. Un colage de identidades paralelas y a la vez disímiles. Un nación en proyecto donde los grupos étnicos dicen vivir en armonía pero todavía se muestran los dientes. Un país que se dice pacífico pero donde sus diez metrópolis registran a diario interminables guerras urbanas.

Mi primera faena cultural es una cena navideña con una familia de mormones.

Son muy amables, respetuosos y moderadamente abiertos. Les asombra que yo haya estado en Salt Lake City y conozca la mecca mormona mejor que ellos mismos.

La comida es abundante y deliciosa. Descubro que el salpicón para ellos es una ensalada mientras que para nosotros es una mezcla de frutas. Pruebo un nuevo animal: el chester, un curioso híbrido de pavo y gallina. Sabe bien. Me divierte el colorido del vestido de la anfitriona. Cuando pido que me pongan samba para ambientar la reunión descubro el racismo manifiesto en Robson, el muchacho de casa, quien dice que sólo baila samba con los dedos, porque es música de negros y aunque le suena bien, no le entra en el cuerpo.

En los días que siguen exploro la ciudad de la alegría para darme cuenta que ese eslogan se ha vuelto una utopía, que la gente sonríe poco y que la alegría ya no es brasilera. El crisol de razas, culturas y clases sociales no se mezcla del todo y las clases sociales son más marcadas que en muchos lugares del continente. El sistema de transporte es increíblemente organizado y cada bus urbano y vagón del metro tiene poemas que hacen los largos viajes menos tediosos. La ciudad es larga y estrecha como Chile, un chorizo lleno de edificios y gentes que van y vienen las 24 horas del día. Es casi tan grande como Medellín, pero mucho menos industrializada. El centro es horrible, como en cualquier ciudad grande. Entrar a los baños públicos es una aventura fétida de la que huís espantado y evitando respirar para no aspirar esos olores. La gente va siempre ensimismada y pasás completamente desapercibido. Mi portugués está más fosilizado de lo que imaginaba. Intento pequeñas empresas comunicativas y termino hablando portuñol o diciendo alguna insensatez. El calor es insoportable y el barullo de ciudad alcanza a alienarte.

Entrar en un banco, local comercial o cualquier espacio con aire acondicionado es entrar en el cielo. En Brasil todo es grande. Todo. Empezando por las distancias e incluyendo los almuerzos “a la minuta” en los que sirven en cantidades alarmantes, como si estuvieran llenando camioneros.

El metro es viejo y se asemeja más a un tren de cercanías. Al entrar en él empiezo a sentir los brasileros más cercanos, menos tangenciales. En una de las estaciones empiezan a acecharme con miradas escrutadoras. Había olvidado que en este país te hacen el amor sólo con los ojos, sin quitarte la ropa, sin tocarte siquiera. Miradas que me estrujan y violentan mi interior convirtiéndolo en un volcán en erupción. Pasan cuatro estaciones y dejo de sentir el ruido del tren para sentir el torrente de mi sangre que como lava pugna por salir de mi cuerpo. El bulto ya es indisimulable y la eyaculación amenaza con manchar mi pantalón. Recurro a una técnica tántrica para inyacular en vez de eyacular. El agua de vida salpica mis entrañas y fustiga mi cachondeo de latino caliente e insaciable. Es el momento en que el tren llega a su estación final: São Leopoldo. Me incorporo avergonzado como adolescente al que han sorprendido masturbándose. No hay kleenex. No hay silicio. Tan solo un sol candente que revuelve un cuerpo recalentado.

La política en estos lados es narcotizante. El pueblo vive de ilusiones y utopías. La maquinaria mediática del presidente Lula da Silva es imparable. Afuera se le asume como el redentor sudamericano, aquí se le ve más como el anciano marrullero que le da de comer a las palomas en el parque. Les tira pedacitos de felicidad y bienestar, pero el pueblo sigue empobreciéndose empeliculado con el cuento que se inventaron los economistas de que Brasil será ahora la nueva potencia del mundo. Tanta riqueza no se ve en la gente de a pié, que sigue sobreviviendo con sueldos miserables y productos básicos carísimos. La izquierda les mintió tanto como les mintió la derecha y ahora el exsindicalista se codea con los empresarios poderosos y llena su bolsillo izquierdo con los reales que le niega al sistema de salud que beneficia a los más pobres. Es tan corrupto como los anteriores, pero le apuesta al continuismo con una candidata títere que hará su voluntad y mantendrá su clientela mientras la constitución le permite volver. Al pueblo le seguirá dando pan y circo. Los payasos seguirán sonriendo aunque lleven en sus sienes coronas de espinas.

Ir a una playa de los alrededores es una experiencia particular. Tramandaí, a menos de dos horas de Porto Alegre en autobús, es una playa donde voy para hacer el ritual de las siete olas, pero no siento muchas ganas de sumergirme en un mar marrón y llego de algas. A praia do povo le dicen los locales. No hay garotas gostosas como imaginan en el resto de Latinoamérica. O se engordaron todas o simplemente las superaron kilométricamente las que ves en las playas caribeñas. Estas, al parecer, no han captado la estética de playa que impera en el Caribe. Pasean desvergonzadamente sus michelines con trajes de dos piezas que te hacen pensar que la moda sí incomoda. Los hombres exhiben sus barrigas como trofeos bávaros y sus pieles son de un blanco ofensivo. Ni siquiera tienen el rosado camarón de los blancos insolados en otras latitudes. Dan ganas de importarles el aceite de coco que venden las negras en Cartagena y que le garantizan a nuestras musas un perfecto bronceado.

El aire del mar me renueva y recargo energías para dar un salto largo hacia mi próximo abismo, Brasil adentro, donde moran los fantasmas y los recuerdos te rondan como dragones a chinos esqueléticos que todo lo resuelven con artes marciales. Mi sable no alcanza a rozar siquiera la piel dura del destino.



© 2010, Malcolm Peñaranda .

Eduardo

Eduardo es un hombre que suele pasar frente a mi casa.
Cuando lo hace se apoya en una bicicleta a la nunca se sube. La usa como sostén pues le cuesta caminar.
Al parecer sus piernas sufren una polineuritis.
Del manubrio cuelga algún paquete de cosas para alimentarse.
De tanto en tanto simula arreglar el sostén de los paquetes.
Lo hace para afirmarse y descansar.
Su aspecto es pulcro y austero.

En alguna ocasión lo he escuchado cuando increpa al espacio cosas que le han sucedido.
Es su forma de expresar alguna queja al viento y luego se calma.
Sigue caminando lento.

El domingo (hoy ) lo atajo y le ofrezco un paquete de ciruelas que han crecido en mi árbol.
Me doy cuenta para qué lo han hecho.
Para relacionarme con los demás y, tal vez, alegrarlos un poco.
Allí supe su nombre y él conoció el mío.
Nos llegó el milagro de la comunicación.
Sus ojos se iluminaron y tocó mi mano en agradecimiento.
Pero su mejor forma de expresarlo fue su sonrisa.
Un simple gesto...un gran gesto.
Inolvidable y sencillo como la vida que nos empeñamos en complicar inútilmente.


Oscar N. Galante

viernes, 1 de enero de 2010

CUANDO LA VIDA SE CONVIERTE EN MAGIA

La magia de la vida es como el cristal de un espejo. Solamente si te recreas con todos los sentidos en ella, aparece como un reflejo de ti mismo. Tal vez por ello no se pueda encontrar en las situaciones en que las luces del cerebro permanecen apagadas, extraviadas en lamentos depresivos o cuando se ve el vaso medio vacío y no medio lleno.
Cuando era joven, casi un chaval, me conformaba con vivir hasta los cuarenta y apuré al máximo mi existencia. En un horizonte tan corto no cabía el espejismo del futuro. Tal vez, también, ese concepto de proximidad con la muerte me hizo tomar muchas decisiones que no se correspondían con las de uso corriente en la mayoría de los congéneres, decisiones tales como no terminar la tres carreras universitarias que empecé, no acosarme a plazos de hipoteca para disponer de una gran casa y no trabajar de ocho a tres como un autómata el resto de mis días. Luego conocí la poesía de Manuel Antonio, de Rafael Alberti y de tantos otros, así como su visión poética, basada en que el poeta se debe colocar en los extremos o los polos y desde ahí hacer poesía para así decirle cosas nuevas a la gente, cosas que, habitualmente, desde su óptica común, no suelen ver. Es decir, algo parecido a llamarle, por ejemplo, "procesión de disparates de luz" a la
hilera de farolas que, por las noches, se refleja sobre las aguas en el puerto de Rianxo, en lugar del típico "te quiero, te adoro, eres un tesoro" a la enamorada de turno en un tono de como si uno hubiera descubierto la pura esencia de la poesía. Todo eso, desde luego, sin sentirse coartado para nada en la libertad creativa a la hora de la utilización de las palabras.
Y a estas alturas, cuando tan sólo me quedan dos o tres meses para cumplir los cincuenta y dos, he de confesar que me considero un ser privilegiado. Firmaría ahora mismo, si en el libro del destino se pudiera firmar una declaración de conformidad con lo que éste me ha deparado. Estoy disfrutando de una vida plena. Mi despacho queda situado tres plantas más abajo que mi vivienda, lo que me exime de desplazamientos inútiles. Dispongo de amigos y amigas que son tan poco comunes como yo, y, por lo tanto, seres, cuando me encuentro con ellos, que me aportan una riqueza espiritual y empírica que trasciende todo lo material y me hacen llegar a pensar, incluso, que el acelerador de partículas del que tanto se habla en estos tiempos, ya ha comenzado a funcionar y ha tomado mi cuerpo como elemento inaugural para sus experimentos. Tengo, además, la sensibilidad suficiente para disfrutar de este privilegio existencial, a sabiendas de que hay gente en el
mundo a la que la lotería no le ha sonreído como a mí, lo que siempre me ha motivado para desarrollar tareas que repercuten de una forma positiva y tangible en toda esa población desfavorecida. Es decir, en unos términos más llanos, lo que trato no es de dejar de disfrutar yo como lo hago, sino intentar que el resto de los mortales disfruten tanto como yo de este pelotón de minutos que nos está fusilando a todos desde que nacemos.
¿Y a que viene todo este rollo pseudofilosofí co, se preguntarán ustedes? Para mí está muy claro. El pasado viernes presenté mi libro "El latido de las horas" en los viernes del Sarmiento, en Valladolid. Ha sido un fin de semana espectacular, como diría Juan Fanti, el marido de mi amiga la poeta argentina Ana Guillot. Lo más importante no fue que se llenara la sala sino que tuve la oportunidad de charlar con un viejo amigo, una persona que en un momento dado me cambió por completo la vida, no sólo en las cuestiones económicas, que también lo hizo, sino en el planteamiento existencial, lo cual le agradezco enormemente.
Lo he visto más viejo, a sus 74 años, pero en espíritu sigue siendo el mismo, a pesar de que lo han abierto de arriba abajo, extraído el hígado para un revisión completa con amenaza de transplante, tajeado a placer por el cirujano donde la espalda pierde su honroso nombre, como decía Cervantes. Es una persona carismática. Recuerdo, incluso, que cuando él era político, los trepas, y los que ansiaban sus cargos, para desvirtuarlo, le llamaban hasta buena persona. -Es demasiado buena persona para ser político- decían, lo cual te llevaba a la conclusión inevitable de que para ser político hay que ser un auténtico hijo de puta, con perdón para los que sanamente les haya tocado en suertes ese destino en el sentido literal de la palabra y que merecen mi más profundo respeto.
Al día siguiente, el sábado, me reencontré también con otro viejo amigo. Hacía diez años que no lo veía, pero seguía también igual. La gente no sabe que por sus manos han pasado mil seiscientos millones de euros, como mínimo, en los últimos tiempos, y que ha realizado el proceso de asignación de recursos sin llevarse al coleto ni un solo céntimo. Nos permitió a mí, y a la persona que me acompañaba, disfrutar de un tentenpié en el stand de la feria Intur de turismo rural, ofrecido por el Ayuntamiento de Valladolid, que ya nunca olvidaré en lo que me resta de ciudadano de a pie por su generosidad, para luego invitarnos a recitar en la fiesta con la que la Comunidad Mexicana festajaba las "Adelitas" en Castilla Y León. Allí había gente de Querétaro, de San Luis de Potosí, de Guadalajara, de México D.F y de tantos sitios de aquél país que hasta me pareció que dentro de poco la antigua capital de España tendrá que cambiar sus
colores por los de la bandera mexicana. Hubo también una invitación a una discoteca, pero el cuerpo ya solamente pedía una copa de cava fresquito en la intimidad del hotel con una buena compañera para que la ecuación de los sueños resolviese su incógnita más profunda.
El domingo comimos con el amigo que tanta trascendiencia tuvo para mi vida, y con su mujer, que se encuentra en un proceso de despedida de la vida, víctima de un cáncer con metástatis, en uno de los mejores restaurantes de Valladolid, La Parrilla de San Lorenzo. Ella ya casi no me recordaba pero yo sí a ella, pues siempre me recalcó, en el tiempo y espacio en el que coincidimos, que yo tenía los ojos muy bonitos y una mirada muy profunda. Fue toda una lección vital su entereza. Los admiro. A lo largo de su vida, probablemente, hayan viajado, vivido en y conocido más paises que nadie, desde Brasil hasta Namibia, desde el pequeño pueblo de Salamanca, Mazuecos donde nació su marido, hasta Mataró donde vio la luz ella, pasando por todos los lugares que ustedes se quieran imaginar. En 1987 habían conocido cincuenta y seis países y desde aquella sé positivamente que no permanecieron quietos. Los considero tan privilegiados como me siento yo, que
aspiro a que el horizonte me trate igual de bien que a ellos en lo que me resta por vivir, pero, sobre todo, los envidio sanamente porque ellos disfrutan del privilegio de haber sentido siempre el vaso medio lleno y no medio vacio. Ellos siempre se han querido y respetado desde que se conocieron, y pienso que, tal vez, yo tenga la misma suerte en un futuro próximo y encuentre a la persona adecuada, que me proyecte más allá, y con la que tomar la copa de cava fresquita en el hotel de los sueños hasta que el destino se digne suprimirme de esta realidad tan maravillosa que me han hecho sentir los amigos.

Noviembre 2009©Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España.