jueves, 28 de mayo de 2009

Conversación con el Gran profeta

«No me hace el más sabio de los hombres»,
me dijo Tumé Arandú, «que haya nacido primero
que otros tres de mis hermanos».

Marangatú es generoso y bueno
cuando sirve a su pueblo y ahora conmigo
está enojado... Si me llaman profeta no es
porque sea mejor que él, o me quiera más la aldea,
Yvy Pyahu, que es tierra nueva y vulnerable
después del Diluvio y el alma adulterada.

«¿Por qué profeta?» ... porque soy el que acuso
dulcemente y desafío la terca indiferencia
del que no me oye, ni quiere la palabra que traigo.
La consecuencia venidera. El mal agüero.

Y quien me escucha tendrá confirmaciones
y es más temible que tenga que advertirlo.
Es mi misión. Una ética. Si no lo hago,
yo pierdo la vida. O me condeno.

Profeta soy porque nadie me quiere escuchar,
no discuten conmigo, me esquivan
para no oír noticias que me abran los labios.

Así cuando digo que Kerana será madre
de siete monstruos o que Japeusá, mal pagará
por ser tan mentiroso.

No, yo no soy el más sabio de los hombres.
Soy el que digo que la tristeza es ardua.
Duele al comunicarse y el sensato la teme y la rehuye
(él siempre quiere ser bueno; no herir a nadie).

... porque los Padre y Madre de Pueblos,
pese a ser creados por Tupá, al bueno y al malo
lo pasó por el vientre, al hacerles hermanos,
el sensato / gentilmente solapa, perdona y compadece
al que es tramposo, y al ladrón lo esconde
y no lo señala, de buenas a primeras, con el dedo.

E impune queda quien engaña y dolida la víctima y amarga.
Sí, a veces amamos para el mal provecho
y en su trampa, se nos profana y seduce colectivamente.

Por la niña más hermosa, sangre de nuestra sangre,
no advertimos: «Kerana, tu hijos son monstruosos;
a nuestro pueblo y casa y templo traerá condena».
Yo sí. Lo dije. Que no sea que por el amor de uno
sea mi cobardía lo que les mate a todos.

Esto es lo que soy.
El amor duro, la justicia acusante.
Yo, Tumé Arandú, el más dulce en apariencia,
tengo por labios no mis besos, la espada.

Expongo los males encubiertos, soy como soy,
hermano duro, el que provoca, si no habla,
los mayores castigos y estragos;
el que habla y transforma en suicida
a quien ama, y porque hablé hoy él anda
como cangrejo, hechizado, pobre Japeusá,
hermano mío, mentiroso y trampaso.

De veras, ser profeta y ser sabio
es un destino triste, pero necesario.


De Lope de Aguirre y los paraísos soñado

Carlos Lopez Dzur

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