miércoles, 11 de febrero de 2009

VIEJA PARED

Allí de nuevo frente a la vieja pared, esa que sí escucha, que habla sin palabras. Allí, a su lado, comprendí la importancia del silencio.

Su figura muda me narró historias que le tatuó el paso del tiempo.

Habló sin descanso. Las palabras le salían ahogando su respiración. Me contó de tantos sentires anudados a ella como las amarras de un barco viejo navegando los siete mares con su cansancio de siglos.

Yo la escuchaba silente, con mucho fervor.

Sus partes más altas alcanzaban a divisar aún los recuerdos que quedaron agarrados a cada pequeño espacio de sí. Cada pedazo que se le había caído le dolía como hijo que se fue del nido y que nunca regresó.

Esa pared vio pasar a los hombres a trabajar al campo y también los vio pasar en comparsas pletóricos de dicha, danzando, vistiendo lindos trajes multicolores, sonriendo a la vida y cantando la llegada del Amor.

Empinada seguía escarbando su memoria. Vio a las parejas felices cumpliendo los ceremoniales de del amor sensual y a las madres las vio llorar con amargura cuando sus hijos fueron alistados para la guerra.

Ha visto al Sol enamorar a la Luna y a ésta la ha visto hacer de celestina de los amantes furtivos.

Tiene un completo archivo de risas. Entre esas, las primeras de los niños de brazos o la sonriente picardía de los niños estrenando dizque uso de razón". Ese tal uso de la razón que acabó con la naturalidad, la sencillez y la pureza de los humanos. De todas, las que más recuerda son las de las madres sentadas en el banco del parque, extasiadas mirando a sus hijos jugando. Ellas, con sus ojos entrecerrados, dejando dibujar en sus labios de manera desprevenida unas suaves risas casi a punto de convertirse en besos por la ternura que les produce ver a la inocencia en pleno.

Así fue contándome con sentimiento apesadumbrado tantas cosas, como por ejemplo de la belleza de las especies de fauna y flora que conoció y llora por las que ya casi están a punto de definitiva partida.

Me mostró un mapa fantástico en el cual me señaló los sitios donde hubo ríos y bellos bosques. También recordó islas y continentes hundidos y nuevas islas emergidas del fondo de los océanos.

Esta triste pared llora por los pueblos desaparecidos en manos de las fuerzas de la naturaleza, pero, lo que más dolor le ha causado es la manera cruel como nuestra especie acaba implacable consigo misma.


…………………


Ha pasado mucho tiempo desde que tuve este silencioso diálogo contigo, testigo del tiempo. No sé si aún estarás allí esperando que alguien más quiera oírte o quizás habrá sido tanto tu decaimiento que al fin te derrumbaste sobre tu propia desolación.

No te he vuelto a ver...



Ana Lucía Montoya R.
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