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Ya era tarde para retroceder, murmuraba con las pocas gotas de saliva que aun quedaban en sus labios, mientras su espalda sangrante latía ante los azotes de la mas débil brisa, permaneciendo en su cabeza la corona de gobernante de los cielos, sustentada por las espinas enterradas en su frente, repitiendo en cada escaso latido que comenzaba a apagarse, ya es tarde para retroceder, mientras sus piernas se quebraban, buscando aliento para continuar, observando en la multitud rostros familiares sumergidos en un profundo dolor que no comprendían, sangrándoles el alma al verlo destrozado, elevando la mirada en medio de las burlas, ofreciendo perdón sin que nadie lo notara, sofocando a quienes le amaban al ver donde le había llevado su determinación, con las manos amarradas mientras una daga hirviente les rebanaba la garganta introduciendo en sus narices el olor nauseabundo de la muerte, pero era tarde para retroceder.
María aun olía la pobreza en que lo recibió, muriendo juntamente a el, al verle destrozado cargando una cruz que no merecía, su único pecado fue creer que era hijo de Dios, el mismo pecado que ella uso para convencer a José que era virgen a pesar de llevar una criatura en su interior, oyendo recriminarle mientras su pequeño hijo los observaba sin saber como actuar cuando a quienes tanto amaba los dividía la falta de entendimiento, ¿Por qué razón José no comprendía que le pertenecía?, si aun sus pasos por los desérticos parajes se asemejaban a los de el, revolcándose en un orgullo lastimado al olvidar quien había confirmado la paternidad de esa criatura por la cual estuvo dispuesto a soportar todos los embates de la sociedad recriminatoria con la cual convivían, dejando que las caricias cayeran sobre sus delgados cabellos, mientras tiernos besos en sus mejillas le confirmaban cuanto le importaba, ¿eres hijo de Dios?, le murmuraba suavemente en los oídos, tratando de recibir una confirmación para amarle con la plenitud que anhelaba, dejando las recriminaciones que se apoderaban de su interior llevándolo de un extremo a otro sin controlar la felicidad que le correspondía, dudando de la visita angelical que cubrió su noche, creyendo en la realidad del acontecimiento para luego confundirla con un simple sueño necesario creado por su mente, para continuar junto a la mujer que tanto amaba, luchando por tenerlo a su lado a medida que crecía, poniendo en sus manos las herramientas que mantenían la familia, formándolo al igual que un día lo había formado a el, respirando el aire que inhalaba y exhalaba descubriendo como el afecto sustituía los reproches, transformando a esa frágil criatura en la mas importante de su mundo, ¿Qué importaba si era hijo de Dios?, si tenerlo lleno su pecho de orgullo al ver como un conjunto de sorprendidos sacerdotes se regocijaban con las exposiciones que el compartía del libro de la ley, asombrado con las cosas simples que hacían que su universo se llenara de estrellas, queriendo ser Dios para envolverlo con sus manos y llevarlo a un reino donde las caricias continuaran por la eternidad, sus ojos profundos llenos de afecto hacían que sus sonrisas renacieran, ser padre fue brotar sobre un manantial de emociones que no creyó que existían, aprovechando la dulzura de esas aguas para purificar las contaminaciones que corrompían su interior, su hijo mas perfecto, el maestro de esas guerras sin sentido que doblaron las murallas para darle paso a la plenitud, sintiéndose un dios por poseerlo, por contar con la doctrina celestial en esa criatura que vino a latir en su pecho, al ritmo de su corazón, sabiendo que la oportunidad de compartirlo fue la mejor experiencia de su existencia mortal, llevándose consigo la dicha de contener los malos sentimientos y crecer como lo había visto en el, de gracia en gracia.
Solo unas horas y concluiría un destino que construyo en el silencio de sus oraciones, en las plegarias por quienes requirieron de su fe y los caminos que le enseñaron que hacia lo correcto, componiendo con hechos su doctrina a favor de una humanidad que no sabia leer sus enseñanzas, dejando en los recuerdos los pasos correctos de quienes no sabían donde dirigirse, elevando las ultimas y mas sublimes palabras a causa de una culpa tan verdadera como santificada, puesto a la altura de los hacedores de maldad, elevado en la cima del Gólgota con hijos del pecado que custodiarían su asunción, tomando posesión a la diestra del creador del universo, el amor todo lo puede repetía con sus últimos suspiros de vida en sus secos y agrietados labios, solo unas horas mas y el dolor no importaría mas, ya era tarde para retroceder y la victoria estaba a solo unos pasos, para quitarle a la muerte su poder, para levantarse como dijo que levantaría el templo en tres días, como bastarían tres para resucitar en los corazones de quienes creían, con la misma devoción que el creyó ser hijo de Dios, ¿y quien no lo era?, solo fue que el si lo comprendió, mirando condescendientement e a todos los que le rodearon, sin sentir el mas mínimo sentimiento incorrecto al abandonar esta tierra, el dolor experimentado en sus heridas era en definitiva una insignificancia en comparación con las vividas unas horas antes en el huerto del Getsemaní, las emociones quebraron su alma dejando escapar por cada poro el sufrimiento que solo un hijo de Dios seria capas de soportar por quienes no comprendieron lo que hacia, justificando que el precio de la carne no cancelaba la agonía de una muerte espiritual, el mismo que enseño a un grupo de seguidores iletrados que componían sus elegidos, rodeándose de hambrientos solicitantes de alimentos eternos con que nutrir sus vidas, ese día, dejo salir de sus labios un comunicado directo a los cielos, vio caer sus angustias mas allá de las comprensión humana que existía en el, solo un hijo de Dios pudo soportar en la santidad de sus vestidos la angustia que a otros consumía, dejando caer sus rodillas soporto el peso de su cuerpo en la fortaleza de un olivo y su interior en las manos de quien le dio vida, todo martillando sus emociones a causa de una ecuación que resolvía al poner las emociones en el lugar correcto, asegurando que desde los cielos volvería a caer mana y el mar se dividiría en mil porciones, la vara de Aarón se levantaría como un árbol de frutos y el arca de la alianza nuevamente seria depositada en el templo de Salomón, las aguas caerían por cuarenta días y cuarenta noches, los enfermos sanarían y las huestes de Satanás no recobrarían los cuerpos físicos que les fueron negadas con su rebelión, porque el amor en toda su expresión, con toda la magnificencia que llevaba, con el poder de trasladar montes, desarraigar arboles y sembrarlos en los desiertos, de potenciar las manos de los sacerdotes, ese amor en el que creyó, el mismo que le partía la vida sangrando sus poros, lo volvía humanamente indefenso, exhausto, triste, demolido por la sensación de pertenecer a una familia que no gobernaba sus emociones, incapaces de dejar los reino que levantaron a favor de ese que el creyó, un reino verdadero, dirigido por sacerdotes y un conjunto de intelectos que hablaran sin mover los labios, favoreciendo a quienes merecían las llaves de la exaltación, ya lo había dicho y hoy podía confirmarlo, y fue ese sentimiento el único que le permitió creer que era importante continuar.
Todo fue parte de una locura desmedida, se repetían algunos que no se convencían de haber apoyado el exterminio de un ser que solo creyó firmemente su ideología, ¿Qué pecado puede tener una decisión que en si, esta respaldada por el bien?, pretendiendo saber si lo que hizo fue una locura ¿fue su verdad? o es al fin la verdad que se negaban comprender, podían mirarse a la cara y descubrir que la vida los tenia condenados a continuar en la senda que otros demarcaron, pero también era para ellos, tarde para arrepentirse, las manos habían lanzado las piedras junto a un puñado de insultos que nadie mereció, el desconocimiento de los hechos los llevo a apoyar en quienes creían, los mismos que se confabularon en las bases doctrinales para condenar a un joven por decir que era hijo de dios, ¿y quien no lo era?, si incluso los que merecían la cruz los considero como a hijos a quien desesperadamente su padre llama para que regresen a su hogar, mas las letras mal interpretadas, el orgullo desmedido, el egoísmo en su máxima expresión fueron en definitiva los que apostaron por el perdón de Barrabas y la cruz para quien predico el arrepentimiento.
Era complicado creer para quienes recordaban el sitio donde llego al mundo, aunque el solo hecho de vivir fue todo un milagro, rodeado de las cosas mas simples, en especial una familia compuesta de dos personas que no tenían un lugar a su altura, y ante la desgracia solo consiguieron recibirle en el espacio destinado para los animales, los mismo que le recibieron, quizás su padre comprendía mejor que todos la capacidad que tienen de empatizar sin necesidad de prometer con los labios, solo el brillo de sus ojos debe de haber bastado para un dios, para reconocer que le brindaban pleitesía, luego una vida normal entre quienes fueron parte de su familia, ¿Quién no agradece contar con hermanos?, asegurando que la sangre no tiene razón de vínculos, sino las emociones que se crean en los momentos compartidos, en la mesa donde se reciben los alimentos, en las habitaciones donde esconderse de las tormentas y el afecto de quienes se desviven por mantener la armonía a pesar de los traumas que acompañan la lucha terrenal, los mismos que vio al transitar con la cruz sobre sus hombros, con los vestidos manchados de sangre, la espalda demolida y el interior aun con el suficiente afecto para perdonar a todos los que participaron rogando porque no sabían lo que hacían,
al final de todo, la maldad acumulada ya había expresado su máximo potencial y era tarde para arrepentirse.
Lejos de la dolorosa falta de humanidad, el sumo sacerdote recordaba la perfección teatral que mostro frente a Caifás, cuando el hijo del carpintero respondió, ¡tu lo has dicho!, rasgando sus vestiduras ante la blasfemia que confirmaba que el se hacia llamar el Mesías, encarneciéndolo junto a los integrantes del Sanedrín, mientras Pedro le negaba repetidas veces llorándole el alma al ver como las palabras de su maestro se hacían realidad.
Oscurecieron los cielos internos de todos los que comprendieron la culpa que mancho sus vestidos, mientras un par de soldados romanos se repartían las vestiduras del hijo José, clavando un cartel en arameo que decía, “Este es Jesús, rey de los judíos”, el mismo que cuando el horror se ensaño con su figura, reconoció que era tarde para retroceder, y solo pudo exclamar a las tres de la tarde, ¿Por qué me has abandonado?, mientras yo intentaba que el dolor no quebrara mis brazos, para continuar al lado de María rogando que me aceptara como su hijo, a solicitud de quien al mirarnos desde lo alto se olvido de si, favoreciendo los corazones que ya a esa hora, estaban tan muertos como quien se desplomaba en la cruz.
Un par de horas y las lagrimas no devolverían a sus brazos un hijo, un par de horas mas y Pedro no tendría a quien demostrarle su arrepentimiento, un par de horas mas y María Magdalena ya no tendría a quien cuidar con sus delicadezas de mujer, la cabeza de la organización se desplomaría y junto a ella la dispersión de esos que se disputaban un puesto a la diestra de quien solo intento enseñarles que el amor todo lo puede, un par de horas mas y Pilato volvería a dormir convenciéndose que sus manos no se mancharon con sangre inocente, dejando el juicio sobre las cabezas que no sabían lo que hacían y para cuando llego el arrepentimiento, ya era demasiado tarde para retroceder.
¿Porque cuento esta historia tan repetida si tantos que dicen conocerla siguen en la misma actitud?, yo estuve allí sobreviviendo de año en año, lo vi aparecer entre nosotros y resurgir su imagen en todos los que no creyeron, vi como politizaron la fe, enmarcaron los ritos y olvidaron el significado principal de su doctrina, he visto la destrucción de los cristianos consumidos en los circos romanos, he visto el abuso de los adoctrinados sobre las masas sin cultura, ¿ha cambiado?, ¿hemos cambiado?, mientras permanezco en la soledad de esta habitación esperando su regreso, intentando comprender como adulteraron, falsificaron, plagiaron y se apoderaron de un conjunto de mentiras que las hicieron tan verdaderas que ya es tarde para retroceder. Sobre el Gólgota el cuerpo sin vida se convirtió en la fuente de inspiración de pintores, la razón de quienes levantaron sus armas, unos contra otros peleando los mismos derechos que defendían, componiendo ritos que dificultaron comprender la simplicidad de sus palabras, y hoy después de tantos años, sigo aquí, a las espera de su venida, como profetizaron sus labios mirándome a los ojos, un testigo mas de los hechos reales, conviviendo con todos aquellos que no saben lo que hacen y que al llegar el fin de sus vidas, comprenden que ya es demasiado tarde para arrepentirse y lograr experimentar el amor, como lo sentí en sus manos, como lo vi en el brillo de sus ojos, y como abundo en su camino terrenal, dejando en mi pecho el sonido armónico de sus palabras, llamándome Juan el amado, quien aun espera verlo llegar entre las nubes, conviviendo entre muchos, que olvidaron, que nunca es demasiado tarde para arrepentirse.
luis alberto gonzalez viera
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