Despierta el día mientras
el lecho de la bestia
se arranca las últimas espina:
Roberto Net (poeta puertorriqueño)
Desde chico, sea entre dientes o a solas, dije leperadas. Alguno creyó que estaba en oración pentecostal. ¡Hablará en lenguas!
¿Será, horda de incrédulos?
Además, al decir mis maldiciones en voz alta, las niñas pazguatas se enrojecían. ¡Qué pudor, qué pudor ejemplar! … máxime si tratara de maldecir la verga que hizo a mi madre engendrarme.
Ya no soy el niñito ejemplar que maldecía entre dientes. Escondido del mundo. Ya crecidito no soy ese amor que apariencia no se queja y que todo el mundo se deja querer y malquerer. Ya soy el lépero graduado honoris causa… Mi boca carretonera me delata. Además, es parte de mi libertad y mi temperamento. La mente sana es ser como uno es sin el miedo de ser como otro quiere.
La normalidad lógica jamás aceptará el dolor. Lo sataniza. Lo odia. Y el dolor es inevitable. El dolor tiene que existir. El dolor no se maquilla con palabras bonitas ni neutras. Si maldigo y rezongo es porque he sufrido.
Ha visto cómo lloran las sustancias, ¿o no? Sí las ha visto, me comprenderá. ¿Cree que, en grupo, socializándonos unos con otros, a más de apiadarnos del dolor ajeno, hacemos más llevadero el dolor intransferible de ser, en sustancia dolorosa? Eso no es cierto. Es una interpretació n de los malos sufridores. O de quienes no han sufrido.
Mi madre sufría por los malos negocios de un marido asturiano. Quedó en la prángana. Recibió sus golpizas El primer marido de ella fue muy gallón. Fue mi padrastro. Y ella maldecía su presencia, ¿como que no? y no con dulces términos. Aprendí con ella a maldecir requetebonito, si me entiende.
De mi padre putativo, otro viejo cochino, borracho, parrandero y jugador, recuerdo que también sufrí por su causa y también mis hermanas sufrieron y hoy siguen sufriendo por alguna pendejada y forman una tormenta en un vaso de agua. I am against any sort of show. Hablo de sufrir de verdad y sin esperanza de experimentar otro consuelo que sacar un insulto de la boca.
Ya no digo duras palabras, vulgares palabras, porque sufro menos. Hoy, si las digo, es una honestidad de mi alegría porque me ayudaron a vengarme del mundo. Quizás dejé la intensidad de mi vil lenguaje y mi agresión [porque sufro menos]. Hoy, de cierto modo, me dedicó a bendecir y olvidar.
07-12-1982
Del libro en preparación: «Cuentos para esoteristas y otras menudencias»
Carlos Lopez Dzur
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