Él es Dios. Y Dios se siente feliz por compartir la belleza y
precisión del universo con la criatura por excelencia: el hombre, el
ser inteligente por antonomasia. Después de millones de años una
criatura ha alcanzado a comprender la perfección del mundo creado.
Y Dios se siente feliz. Porque el hombre conoce el inmenso valor de la
creación. El hombre conoce el incuestionable poder de Dios, y conoce
su infinita sabiduría, que resplandece en la miríada de mundos que
comparten el firmamento.
Y Dios se siente feliz. Porque Dios contempla el devenir del hombre por
el tiempo, se siente orgulloso de su obra y goza al ver cómo esa
criatura se eleva sobre la naturaleza, la domina, hace de ella su propio
hogar y…
Dios se siente triste. Tanto dominó el hombre la creación que
acabó por destruir sus coordenadas y, con ellas, al mismo hombre.
Manuel Cubero
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