martes, 7 de abril de 2009

El hombre aislado

El pobre quería ser individualista, persona primordial
que piensa y a la que nadie molestará
cuando difiera e hilvane su millar de diferendos;
pero, ningún editor le dice: Escribe pues a mi gaceta,
te voy a dar un espacio, te haré visible.
Ningún líder lo invita, diciéndole: «Diserta para mi grupo».
Lo aíslan y lo desacreditan antes de él saberlo
y poder difundir algo en su defensa.

El pobre ya se ha sentido solo.
Esto ya suma otro disenso suyo,
el más amargo. Es libre para pensar
que a ninguno importa y que ninguno lo oye.
Tiene todo el derecho a ser un soberano Nadie.

A veces piensa que no tiene tiempo,
ocio creativo, para decir yo soy una persona primordial
[pienso en libertad, lo que me da la gana],
adquiero libros, adquiero métodos, alguien
me ayuda a conciliar ideas. Sí, engañarse
a sí mismo. Es un pobre pendejo que va soñando
en grande porque escuchó a Torrijos
antes de su fusilamiento, allá en Málaga
en los primeros decenios de 1800.

El quiere ser un liberal de los más puros
y no es posible. Para comenzar, la rutina de lo social
o colectivo lo sume en trabajo en condiciones
en que, por más que se incentive, no progresa.

Del modo que le hablan los patrones
lo que siente diariamente es que se arguye:
«Cállate, que el gobierno debe ser intromisor»
porque si no lo fuera se legaliza la apatía, el ensueño,
la bohemia que no conduce a nada, sino al consumo
y tráfico de drogas, opio, putas, libertad de paso
a lugares prohibidos. Los liberales quieren
el derecho de joderse, la no regulación del matrimonio
y las responsabilidades, cuando son una partida
de tarados... como él, el pobre.

De modo, que le dinamitan cotidianamente
lo que ha creído su derecho inviolable,
la libertad de pensamiento, y como es pobre
el derecho a asociarse con los ricos está condicionado
(si vienes a nuestro grupo, vístete bien y compórtate,
no acuses, no difieras, no traigas tus ideas).




Carlos Lopez Dzur

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