Ante la tumba de la Amada, antiguos ritos. Deirdre. Las cuidades más oscuras de la noche regresan, como el ciclo de las hojas, con ellas una visión de tempestades nacientes al fondo del espejo del mago. Con él quisimos ahuyentar a las brujas, bajo una noche sin luna.
Se reúnen almas y rostros en círculo, al conjuro de una palabra cortante, seca, breve: cuida su vertiginoso destino, siembra con veneración y vigila a lo largo de siete vidas el anillo de setas, antes que silenciosas caigan las estrellas del norte. Sólo entonces morirás.
Mira ahora en esta carta como tejen los pasos de su danza de sangre el ejército blanco y el ejército negro; su inútil lucha por Gormenghast, reino de la desolación y el silencio que rehúye la luna y hasta los lobos temen.
Silencio de los cuerpos violados, mutilados, en el monasterio.
Luego del agua correrá un agua roja como el sol al filo del lago, pero no ha de ser sangre sino lluvia.
Duerme en el tu sueño como el antiguo profeta, siete días al abrigo de las zarzas ardientes, siete días con sus noches en las piedras de la Luna.
Porque ahora tú sabes como todo ha de pasar por el ojo estrecho de la aguja: el rico con su pesada bolsa de oro, las caravanas de lágrimas y risa, el pobre con su lento abanico de huesos, remecidos por el viento, los ángeles caídos.
Alejandro Drewes
Jens
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