miércoles, 12 de diciembre de 2007

Nosotras

Nosotras
A mi hermana, la segunda
(a Beatriz)



He intentado trastocar el tiempo poniéndole espacio a mi corazón de
otro corazón herido.
Seguir la lastimadura donde niñas nos conjugábamos en el plural de Un
nosotras por la singular muñeca, con cuerpo y sin extremidades cuando
no nos enseñaron a abrazar.
Por eso la melancolía recorría nuestra casa pequeña armada a fuerza
de cartones y trapos viejos y de los sentimientos que no fallaron al
funeral de la perrita que nos hizo de mamá.

Hoy te explico que es hora de partir del valle aquel de la memoria,
de lavarnos los pies del barro imperdonable, saturar la huella porque
de sangrar se desborda el camino, de pintar sonrisa en el puño de la
rabia y pegarle a la muerte hasta hacerla desfallecer.

Hoy es un día donde la vida agita castañuelas y el almendro sigue
allí tan inmóvil con flores de nácar imprimiendo el amanecer que de a
pedazos nos revienta los tímpanos: ¡se hace tarde muchachas!
Y hay que correr, en orden predeterminado, separadas cuando juntas,
pero correr porque nos vamos poniendo grande en el corazón pequeño
y los labios resecos de justicia y el ombligo ahorcado en su injusto
estreñimiento, mitad por mitad hemos quedado y de a cuartos no
podremos multiplicarnos enteras, nosotras las hijas del desconsuelo,
de la genética palpitante, de las que nos perdimos entre los dos
mundos que calla y el susurro aventurero, loco en la cabalgata del
abandono, hasta llegar agitado en su sino lábil rompiendo muros.

Rompiendo muros la mujer se reconstruye, rompiendo muros infiltración
de un anecdotario donde las palabras extenuadas ya no dan más,
moraleja mansa subsistimos en la fauna de un territorio salvaje.
Temblor de un frío que taladra el síndrome sin nombre, no se si por
miedo o desconocimiento, pero aquí estamos ilusionando.

Oh avizoras un mundo sólo para excluyentes.

Dolor con dolor se paga gritaban las claustrofobias,
dolor de parir un himno que organice las voces todas de un pueblo
marchito; entre cardos de llagas cerradas ¡cómo nacer!

La cauterización vino a fuerza de brebaje de tiempo y el vino rocío
sobre la tierra, homenaje donde la santidad se hace madre y nuestras
pieles curadas, piel del alma que se hace juramento en la ceremonia
para vestir nuestra sagrada existencia del vivir y aun vivir.

Fanny G Jareton

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