sábado, 3 de mayo de 2008

ZWERG


PROLOGO



Hace muchos años me juré que no iba a asociarme al mundo de los grandes. Ustedes, que son chicos, comprenderán por qué.

Me juré asimismo el recordar por siempre todo cuanto había descubierto siendo niño. Anoche, lo confieso, estuve a punto de romper mi promesa. Hoy me siento inmensamente feliz de no haberlo hecho, sobre todo porque gracias a ello Zwerg puede vivir otros mil años más.

Sé que cualquier persona mayor se reiría ahora de lo que estoy diciendo, porque según todas las ciencias, única fuente de verdad para la mayoría de las personas grandes, desde la biología a la química, pasando por la biogenética y la etnología, no existe ser animado alguno que pueda vivir mil años. Pero todo ese conocimiento enorme, fruto del pensamiento de tantos hombres inteligentes, guardado celosamente en millones de libros, laboratorios, archivos, CDs e incluso internet, ignora, muchas veces, lo esencial de ciertas cosas y no sólo porque aquello sea invisible a los ojos, como lo ha dicho sabiamente don Antoine de Saint Exupery, o El Principito, que viene a ser lo mismo.

Para ser breve, les diré que mi interés por contar esta historia responde a tres razones:

La primera es que no quisiera resultar responsable de que muchas personas, por falta de oportunidad, se pierdan un destino maravilloso.

La segunda es que, después de darme cuenta de que, de haber roto mi promesa en aquel minuto fatal, hoy sería un hombre gris y sin sentido, debo contarla, aunque me tilden de loco, para recordar por siempre que no debo quebrar mi juramento.

Y la tercera es, simplemente, porque Zwerg se merece vivir más que mil años y hasta ser inmortal. Y yo debo ayudarlo.

Ahora me encuentro solo y, aunque me siento un poco triste porque Zwerg ya no está a pesar de que sé que, ¡sólo Dios sabe cuándo!, volveremos a vernos, disfruto recordando las veinticuatro horas que compartimos juntos.

No quise dejar pasar más tiempo. Hace apenas un par de horas que se fue y yo ya he comenzado a escribir esta historia, su historia y la mía, y también la de todos los que sean capaces de mantener una promesa como la que yo hice hace ya muchos años.

Long Ohni

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