ick dice que el gobierno ha llenado su hígado de piedritas. Para tener un medio de prensa poderoso que difunda una verdad sin falseamiento, con decorosa objetividad al menos, es necesario que ese medio sea propio. Que no le tema a nadie. Es que su país, como lo estudia y comprende, está subvirtiendo su propia democracia, vendiendo sus principios a las corporaciones e inventando guerras justas que son dramas mediáticos de rencor dogmático y mentira
Así que, a fin de que la revista Harper pueda difundir lo que su equipo informativo observa, Rick se antoja de jugar la mejor de sus cartas. En el país de las mentiras, todo depende del dinero y que la prensa no esté en manos de propietarios cínicos, acomodaticios, chantajeados, miedosos, con periodistas ingenuos, vividores, amenazados con despido, o intelectualmente deshonestos.
Cuando supo que la revista Harper, pese a su prestigio perdía $2 millones anuales y cerraría sin remedio, él dijo a su abuelito billonario: «Cómprame el medio», y dicho y hecho. Rick es afortunado. «Si se ha de perder dinero que se pierda, no por la audacia de vender mentiras, que se pierda por decir las verdades necesarias». Es que él ya supo que la propaganda militar y el periodismo danzan juntos en contubernio y se utilizan los símbolos nacionales para limpiar los culos de mayor embarre.
La cagada está en todo: en la elaborada musicalizació n de la mentira, en el diseño gráfico del fraude, en los títulos especialmente capciosos durante los noticieros, en las tablas y montajes, donde se manipulan los símbolos nacionales y no se dice ni media verdad de lo que pasa, porque la censura es mayor que la decencia.
Desde 2006, la invasión de Irak hizo al mundo menos seguro. Y a los políticos, crédulos y cínicos, tapachines y censuradores, por causa de tanta pendejada. Acaba de enterarse que los kuwaitíes han falsificado un caso de tortura de infantes para culpar iraquíes y engordar el papel propgandístico del aparato milittar y el coro belicistas que le sirve, desde corporaciones y gobierno. Y Rick no se quedará callado. Ahora cuenta con la revista Harper.
Carlos Lopez Dzur
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