lunes, 15 de octubre de 2007

Los diablos

muestrarios


Los diablos bailan en el atrio de la Iglesia de Santo Domingo mientras
las beatas acuden a la misa que el párroco Matías celebra los domingos
a las dos del mediodía. Estas en su mayoría ya viejas se ocupan mucho
de la vida ajena, de ponerle salsa y pimienta a su vida. Los chismes
pululan entre ellas, de eso viven. Y luego van a la misa, se golpean
el pecho y hasta van al confesionario a contar la historia de la
vecina o del vecino. Así se sienten bien.

Le rezan al Santo negro milagroso San Martincito de Porras, el de la
escoba, el que barre las malas vibras; aquel que juntó pericote, perro
y gato e hizo que muchos enfermos graves no murieran.

Los negros tienen este Santo, cocinan rico, con su música plena de
sensualidad; luego del baile en el atrio se alejan en cuadrillas, ha
terminado la misa, las beatas se persignan ante tanto requiebro de
fiesta.

Tam ram tamgairá. Sonidos de cajita, cencerro, checo, guitarra y
cajón. Bailan y tocan, se dirigen a su callejón de un solo caño, a
cinco cuadras de Santo Domingo. Algunas de las beatas viven también allí.

Ño Bisté, el Diablo Mayor dirige la comparsa, adelante, imponente con
su látigo en mano. Gracias acrobáticas, bajan y suben sus cuerpos
estos negros sin descanso. Vestidos de rojo y blanco, muchos bobos,
con cascabeles, camisas buchonas y máscaras de colores, con los cachos
que asustan a las viejas beatas, ellas esconden sus caras. Ño Bisté
saca la lengua acercándose a una de las beatas, Donailda.

"venimos a los infiernos
no se vayan a asustar
con estos rabos y cuernos
danzamos y ya…"

Celebran todos, principalmente beatas y diablos el Santísimo
Sacramento de la Eucaristía o la infraoctava de Cuasimodo. Vean a la
comparsa, el cajonero Octavio se queda atrás, recoge su cajón, corre,
espera adelante y acompaña nuevamente a los fiesteros.

"estaba charanganguito
estaba comiendo un hueso
y como el hueso era tieso
le daban con la patita.
una mona se murió
y la mona le enterró
con cuatro velas de esperma
a la orilla del mar.

Donailda, la beata negra que camina rapidito reza por ellos con sus
amigas, por Ño Bisté, ese Diablo Mayor con esa máscara de bigotes tan
largos y sus diablitos; por Sarandunga, Papaúca, Matita, los músicos
y el cajonero Octavio.

Los músicos y el cajonero llegan primero al callejón de un solo caño,
luego los diablos que paran de bailar, sigue el festejo de otro modo:
con pisco puro, cevichito y canchita salada.

Tum tum tumbará
chumba que chumba
chumba que chumba ¡Cha!
ahí está Ño Bisté
con sus calzones bombachos
y sus bigotes de fuego.

Ño Bisté, el Diablo Mayor y los diablitos no se han dado cuenta de
que Donailda ha entado a su casa a rezar el rosario con las otras
beatas y a invocar a San Martincito, y además ha llevado al cura
Matías, el párroco de Santo Domingo; sino hubiera recibido la pobre
otra antojada sacada de lengua de ese negro sabroso.

Julia del Prado

2 comentarios:

Unknown dijo...

Gracias mi María, por publicar Los diablos, abrazos desde Lima, Julita

Muestrario de Palabras dijo...

El placer es mio, Querida Julita.
Besos
Maria