Mi patriotismo es algo estrafalario;
y está bien, si podemos entendernos.
No rindo pleitesía al serpentario
político que intenta someternos
a su ideario unívoco en que insiste,
seguro de que habrá de convencernos.
Al pueblo da alimento; hasta lo viste;
y el pobre con la pava conformista
su mate cebará, aunque no resiste
la yerba otro gobierno kirchnerista.
¿Podrán tener mañana sus ahorritos
o habrá planes sociales a la vista?
El arca de Noé de los políticos
con su gran coleccién de animalitos
se va hundiendo. Si viven, paralíticos
quedarán, pero al tiempo, maquillados,
hundirán por venganza, ineptos, críticos
cuantos proyectos no hayan sido ideados
por sus lisos cerebros pseudoadultos.
Sin chistar dan sus votos ya acordados
y al disidente abruman con insultos.
Ni hablar de los preclaros funcionarios
que esconden al viajar dudosos bultos
propiedad de supuestos empresarios.
Ya ni se salva ni el fútbol ni sus fieles.
Discepolín ya no hace comentarios
al ver que no descienden los niveles
de corrupción que cuenta en Cambalache.
El gobierno no busca los laureles:
solo hartarse el bolsillo hasta el empache
con tanta comilona como deja
prensar los sufrimientos milenarios
del pobre. Y nunca aprende nuestra vieja
desnaturalizada sociedad,
que devora a sus hijos y aún se queja
de no alcanzar jamás la saciedad.
No habrá nunca equidad, siempre avaricia.
Solo nos queda aullar esta verdad
hasta que alguien decida hacer justicia.
Cristina Longinotti
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