miércoles, 19 de septiembre de 2007

EL REY

Manuel Ramos Martínez
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Metálicosempiternosincronizador
Mientras la tarde caía suave, melodiosa sobre las viejas calles de
Viena y las campanas de un reloj lejano marcaban tímidamente las
diecinueve horas-, Juan Carlos Paniagua se encontraba parado frente
a la puerta de la Casa Cultural en donde llevaría a cabo la lectura
de sus poemas y prosas.
Esta se encontraba sorpresivamente cerrada, lo que le obligó golpear
la puerta lleno de preocupación sin logarar respuesta.
Pero ¿qué pasa?, exclamo alterado mientras miraba su reloj,
comprobando su inalterable precisión.Bueno se dijo reflexionando al
instante, quizás sea mejor esperar algunos minutos, fumarme mi
último cigarrillo trasnochado y soñar, ¡que hermoso es soñar!, pero
¿que sucedería si todos los seres humanos soñáramos en alta voz, si
todos supiéramos de nuestros ideales, de nuestros anhelos, de
nuestros dolores, de nuestros sentimientos? Indudablemente cierto
que transformaríamos el mundo, pero es qué este temor a ser
censurado, reprendidos, pero es que ese temor al ridículo, al qué
dirán, es qué esa deconfianza, es qué esa falta de amor; mantiene
prisionero nuestro sentimientos en lo más recóndito de nuestras
almas, pero ¡ya basta de soñar! ¿acaso no puedo dejar de ser un
soñador, por un instante?
Si ahora debo concentrarme únicamente en mi lectura: A propósito,
pero si ya son las diecinueve horas teinta minutos…¡vaya, cómo pasa
el tiempo!, en verdad que el tiempo es inaprensible y nos convierte
en sus verdaderos esclavos, "nosotros inventamos el tiempo y el
tiempo nos domesticó"…
Juan Carlos Paniagua no terminaba de concluir estos pensamientos
cuando sintió unos pasos apresurados y una entonación de la canción
tengo una camisa negra porque tengo el alma negra; era el joven
encargado de la casa cultural que agitado se paró frenta a él, le
miró con ojos comprensivos y le dijo deferente:
- ¡ Señor Paniagua!, buenas tardes, por favor le pido que perdone mi
retraso, pero la verdad es que me encontraba divirtiéndome en una
fiesta de salsas que hay aquí en la esquina de esta misma calle,
pero ¡perdon! Le abro inmediatamente la puerta, y otra cosa señor
Paniagua me gustaría saber¿cuánto dura su lectura?, pues deseo
volver a esa fiesta, usted entenderá estoy entusiasmadísimo, yo
después regresaría para cerrar.
-No se preocupe joven lo importante es que usted ha llegado. Abrió
la puerta y se explicó, además que explicación más sincera. Ahora
con respecto a lo que dura mi lectura , le diré que dura
aproximadamente una hora, así que regrese tranquilo a esa fiesta y
que en veradad se divierta.
-Qué amable es usted, ¡gracias! , ¡ah!, le deseo de todo corazón que
su lectura sea un todo un éxito.
Juan Carlos Paniagua entró apresurado a la sala de lectura, tomó
asiento, ordenó los poemas, leyó en sus pensamientos los poemas ya
leídos, después de esto , se levantó, se asomo a la ventana y vió
emocionado como la noche nacía cubriendo con su manto de estrellas
la hermosa ciudad, volvió a sentarse, pero esta vez lo hizo
acompañado con un suspiro de preocupante soledad, tan sólo llegaban
tenuemente a sus oídos el ruido metálico de las interminables
caravanas de vehículos que se confundían con el sonido musical
salsero que emanaba de la fiesta, al que hizo oídos sordos y
llenándose así de un silencio cargado de tiempo, miró al viejo
reloj que colgaba en un rincón marcando entusiasmado las horas de la
vida , y le dijo:
Metálicosempiternosincronizador
al que todas las latitudes
entienden tu idioma
¡todas!
nosotros, los pensantes
los desarrollados
los inteligentes seres de la tierra
te hemos creado
para que minuto a minuto
nos devores la vida
Para esto
te fabricamos
de oro
de piedra
de agua
de árbol
de flor
de sol
de tierra
de barro de arena,,,
y te suspendimos
en las cúpulas más altas
de las ciudades
en las paredes blancas
de las aulas
en el silencio anochecido
de las cárceles.
Andante
Silente de albores
y crepúsculos
astro rey de los
burócratas
timón del marinero
del soldado
y del transeunte enamorado del amor
constante inevitable
del doctor
del guardián y el asaltante
Principe
de las doncellas
que sueñan por casarse
y les engulles desesperadamente
trozo a trozo la vida
te miramos con ojos obligados
como tocas
con tus espadas marcadoras
tus doce jinetes, prisioneros
que llevas en tu círculos infinito
gendarme que nos llevas
encadenados
de los brazos
por los confines de la tierra
y el espacio
despiadado
sonoro marcador
es inconcebible
que le restes tiempo al amor
y valgas más que una criatura
sin pan ni agua

Manuel Ramos Martínez

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