autor:© Jesús Alejandro Godoy
...Llama tu historia a mis recuerdos inmóviles que te habían esperado tanto, hasta convertirse solamente, en distancias imprecisas entre lo que pudo ser y lo diario en mi camino.
Te veo y sé quien eres, aún cuando todas esas lunas menguantes que me han acurrucado durante tanto tiempo, velan por mis alas rotas que han dejado un poco su santidad, solamente por el hecho de que tus ojos me iluminan, y tu ansiedad se duerme en mis dominios.
Sé que predices algunas de mis huellas, y eres la portadora de horizontes sin secretos antes de que mi historia pasada se hubo convertido en polvo, y mi cuerpo en un viento extraño del cual ya nadie habló.
Clama mi oscuridad por tus labios, espera mi sonrisa presta a percibir tu aroma de mujer, que me devuelve la razón de hacer cosas, para creerme un poco más eterno de lo que soy en realidad.
Se apresuran mis espíritus errantes a conjurar el silencio que me vio nacer, y que desde su cantar más lejano ya me veía invocar esa historia, donde le rogaba a Dios, el que te vuelvas a cruzar en mi camino.
Yacían mis hombros dolientes de amores imprecisos, hasta que mis demonios solamente empezaron a acusarme de no darles cabida en mis miedos, por que les hablaba del temblor en mis labios al ponerse la luna anterior a tu llegada.
Entonces al soñar el poseerte, es que pareciera que se esparcen en mis días estas fantasías verdaderas, que sabes bien nos regalamos a cada instante, cuando libres de miedo nos quedamos a un costado de la vida, a hablar de aquellos bosques de los que alguna vez nos esperanzaron en profecías.
Mi mirada sabe de las astucias que has usado para llevarme una vez más a tu lado, y mi alma expresamente me pide, que no te cuente desde cuando nos hemos sentido tan cercanos, que hasta nos vestimos de glorias pasadas y alegría sin razón cuando estamos juntos.
Clausuran la genialidad tus días habituales cuando me miras, y te quedas desnuda de procederes y en silencio solamente para mí; y sin tenerte aún entre mis brazos, sé que me dueles, sabes que me sufres, porque aunque nos hemos reencontrado, nuestros caminos conocidos se esconden del momento debido, para seguir con nuestra historia.
Serena te cuelas en mis ojos y mansa te vuelves a mis pupilas; dejas tus armas para otro día cuando me muestras tus manos limpias, y sin resquemores angustiantes, me oyes decirte que esto recién ha comenzado.
Te maravillas con lo mismo que existe en mis soledades, y dictaminas tu sabiduría ante mí, cuando de sombras de deseo se llena mi boca, al mirar los secretos de tu cuerpo.
Entonces parece, que permanecen expectantes estas estrellas, que una madrugada me volverán a susurrar que has renacido en ese lugar, donde mis ojos son tu camino y tu entrega el valor que me llama concluir estas palabras, que seguirán girando en mi memoria hasta ser reescritas, por la misma inspiración que hoy te regalo.
Y es que nos hemos reencontrado una tarde bajo un cielo tormentoso; y desde algún rincón cercano a tu alma; me has contado esas historias, donde le rogabas a Dios, el que me vuelva a cruzar en tu camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario