Autor: © Jesús Alejandro Godoy
¿Dónde estaré pena?
¿Dónde me encontraré hado?
¿Será creo, que al momento en el que el altísimo me llame, renegaré de mi tiempo, o de la escolta de ángeles que pisan la estela de mi espectro?
Dime cielo, que haré cuando mi piel ya empiece a ennegrecerse y mi aliento sea de memorias y mis recuerdos de mis deudos. Dime que haré con mis asuntos pendientes.
¿Qué haré con las lágrimas que no he derramado?
¿Qué haré con las casas que no he construido?
¿Qué haré con la tierra que no he trabajado o con el libro que no he escrito?
Quimeras danzantes vienen a mí hablando de regocijo y las desconozco, por que fui y soy hombre abiertamente temeroso de la hora de mi muerte y aún más, temeroso del segundo después mi partida, donde se abren los interrogantes más plausibles de la eternidad o la negación de la misma.
Temo a no ser; temo a que mi memoria se disuelva como entrañable idea desusada que jamás fue ni será.
¿Dónde estaré, cuando ya me haya ido de aquí?
¿Qué paisajes verán mis pupilas? ¿Cuál será la primer palabra que diré luego de morir? ¿Cuál será mi primer reflexión?
¿Es que seguiré siendo tan insensato como ahora; o es tal vez, que se despertará en mí, alguna inteligencia infinita que había esperado el momento correcto para hacerse poseedora de mis pensamientos y cavilaciones?
¿Me iré tras los sueños de Morfeo, o tal vez recorreré algún sinfín en detrimento de las buenas almas y abrazaré al Dante? ¿Cómo serán las lunas y los cielos?
Dime luz portentosa qué haré, y deja esos rumores agoreros que se llevan mi botín de estrellas, que ya no quiero a mi lado a esos ancianos de corazones contritos y senderos limitados...
Espérame parca, espérame cuervo que aún no he terminado mil palabras y ya te alejas de mí; que tampoco quisiera, que me dejes en futuro tortuoso y pulcra eternidad terrenal...
¡Que confusión Dios santo!
Haré silencio alma, y así tal vez, puede comprender el por qué de mi temor a ya no ser, o ser un buscador eterno de la paz que jamás llega...
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