miércoles, 19 de septiembre de 2007

POR EL PUEBLO

Manolo Cubero
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De seguir así las cosas, aquellas elecciones municipales se presentaban como un camino sin retorno. Era la última oportunidad. El PDB (Partido Democrático Bermejino) se encontraba en un momento crucial de cara a su futuro. Después de la paliza recibida en los anteriores comicios había que tomar decisiones drásticas o el partido se iría definitivamente a pique.
Y conste que parte de la responsabilidad podría caer sobre don Pedro, el Secretario General del partido. Al menos, ese es el rumor que corría por la fracción crítica de la agrupación. Claro que como no siempre llueve a gusto de todos, también había un sector del PDB que defendía a capa y a espada la gestión de don Pedro. O su aportación al mantenimiento de la barra libre de la cafetería de la sede, vaya usted a saber.
-¿Qué sería de nosotros si no fuese porque la inmensa mayoría de los militantes son solteros y, por consiguiente, plenamente dedicados al partido en su tiempo libre? –se preguntó, en voz alta, el Secretario de Relaciones Públicas del PDB, apoyado en la barra de la cafetería que ocupaba prácticamente la totalidad de la sede del partido.
Efectivamente, los veintinueve miembros del partido departían amigablemente acomodados en los veladores que festoneaban las paredes del local. No obstante, a pesar de la aparente tranquilidad, algo estaba fallando. El recuerdo del fracaso cuatro años atrás, cuando el PDB se quedó a seis votos de conseguir un concejal, flotaba en el aire. Tras una legislatura en blanco, o se enderezaba la situación o el partido estaba abocado a disolverse en el pueblo como terrón de azúcar en un café. Y lo peor no era eso, sino que, encima, el PNB (Partido Nacional Bermejino) se relamía de gusto ante la perspectiva de volver a conseguir siete concejales… Lo que, dicho en plata, significaba que el PNB volvería a contar con el cien por cien de los miembros de la corporación municipal.
Y como tal posibilidad tenía visos de convertirse, de nuevo, en cruda realidad, don Pedro, Secretario General del PDB, recordó aquello que, una vez, le dijo su abuelo: a veces hay que ponerse el barro antes de que nos pique el tábarro.
-O nos ponemos las pilas a tiempo o se nos apaga la luz -había comentado en la taberna de Bartolo.
Hijo único, casado con doña Soledad -quien, por cierto, hacía honor a su nombre-, sin hijos, y con un gato siamés y dos podencos como única familia, salvo su sabrosa cuota de militancia y las generosísimas invitaciones en los bares de Villabermeja cada vez que se presentaba una campaña electoral, poco más podía aportar a ésta. Bueno, sí: su nombre y su cara para encabezar una candidatura que hacía, cada cuatro años, las delicias del PNB.
Teniendo en cuenta el censo de población de Villabermeja y la media de votantes que solían acudir a las urnas en los comicios electorales, don Pedro había calculado que necesitaban unos treinta y cinco votos si no querían hacer un ridículo similar al vivido cuatro años atrás. Y ese objetivo fue el punto único de una Asamblea General Extraordinaria del PDB en la que se marcaría el rumbo a seguir para conseguir salir del atolladero.
No hace falta decir que la asistencia de militantes fue todo un éxito: el partido en pleno estaba allí presente. Como demostró el número de invitaciones que hubo de pagar don Pedro, exactamente veintinueve miembros del PDB certificaron con su presencia la importancia de aquella cita.
-Compañeros –comenzó su discurso inaugural- el futuro de nuestro pueblo, qué digo de nuestro pueblo, de nuestra comarca depende de nosotros. Somos el agua que riega la semilla de la que germinará un nuevo mundo, un mundo que se abrirá a nuestros pies como se abre la flor al calor de la primavera…
Y así, durante una hora de encendida oratoria, don Pedro dio rienda suelta a una serie de argumentos sobre la necesidad de conformar un programa electoral que consiguiese el número de votos suficientes para sobrevivir a la hecatombe.
-De treinta y cinco a cuarenta votos, como mínimo, se necesitan –concluyó el Secretario de Finanzas- para alcanzar un concejal. Ustedes, queridos, y desgraciadamente solterones, correligionarios tienen la palabra para elaborar un programa electoral que nos saque de este pozo sin fondo.
Luego de mil debates programáticos y otros tantos sobre tácticas electorales y perfiles que deberían reunir los posibles candidatos, el PDB dio con la fórmula mágica para conseguir representació n en las próximas elecciones locales: como primer paso, fue designado candidato independiente a la alcaldía don Juan Nido Lleno que, haciendo honor a su nombre, tenía diez hijos casados, ocho nietos en edad de votar, siete hermanos que, acompañados por sus respectivas esposas, constituían una mina de votos, y cinco cuñados. Este tesoro, traducido electoralmente, suponía…
-Cincuenta y cuatro votos –calculó do Pedro- que más los veintinueve de militantes del PDB, suponen…
-¡DOS CONCEJALES! –respondió a coro la asamblea de militantes.
Ni qué decir tiene que, vista aquella inteligentísima propuesta, y sin necesidad de avanzar más en la elaboración del programa electoral, don Pedro fue reelegido Secretario General del PDB hasta la siguiente campaña electoral.

Manolo Cubero

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