Autor:© Jesús Alejandro Godoy
Soportan mis hombros esta noche, el decidido encanto que dejan mis sueños de muerte; como si fueran ellos los testigos más humanos que tendré a la hora de atestiguar mi falta de dicha en los días que me han tocado vivir.
Escriben mis labios violetas, ése momento vil donde todo se conjuga en voces ahogadas de los que saben algún día, reclamará el tiempo y destruirá la tierra que hoy pisan.
¡Hay de mí que soy tan efímero y me creo tan astuto como para creer que jamás moriré!
¡Hay de ti que vas mirando mi cuerpo frío, sin saber que sólo estoy entibiando el lugar que después tú ocuparás!
Se desdibujan lentamente mis palabras en el tiempo, y las lágrimas que hoy cubren mis momentos, lavan la vestidura de mi fantasma incipiente que se queja y se desliza entre cadenas y moho en un perdido lugar muy lejos de las luces de la ciudad.
Piden mis párpados caídos una última visión de lo que estoy dejando. Gritan mis silencios y en horrores de frustración se reúnen con otros imitadores de la mortandad, que con insistencia se me han acercado a aconsejarme que no me quede dando vueltas por aquí, para no terminar siendo un espectro fastidioso y pesado; que, hasta al mismo San Pedro sacan de quicio a la hora de solicitar indecisos que se les abra el portón celestial.
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